Trementina de Venecia (inédito)

 

Indice


Prólogo

I-Landlord (Por los trigos de Dios)

II-Abreboca

III-Vasos

IV-Diagrama arbóreo

V-El ojo

VI-Casa de calderas

VII-Azulado & pudrición

VIII-Puericia

IX-A los anises

X-La cala de los humos

XI-La curva de la muerte

XII-Libro penador

XIII-Hueso dulce

XIV-Fuego persa

XV-Partencia

XVI-Dormición

XVII-Arena muerta

XVIII-La barca blanca

XIX-Preterida historia

XX-Cristiana.

XXI-Joya de sangre

XXII-Morïana, Morïana

XXIII-Jaleas

XXIV-Viso

XXV-Derramadora de la farina, allegadora de la ceniça

Epílogo



Prólogo


En tiempos

del rey que rabió por gachas,

de las mandrágoras

al filo del viento,

corrió la historia

de tu retal de piel,

de tu

agua de placer,

agua de fondo.

--


Landlord

(Por los trigos de Dios)


Señor de los trigos azules,

de los trigos morunos,

de los trigos de invierno.


Por esos campos

habré de veros.

¡Oh, señor!

--


Abreboca


Fui el abreboca,

tibio mordisco

para las hambres de tu cena.


El aceite etéreo

se evapora

sin dejar rastro en el papel.


Fui tu trementina

de Venecia,

de alma volátil,

enturbiada de blanco.


Pagué todas tus cuentas.

Ardí, verde por seca,

crepitante,

crujiente como escarcha.


Ardí

por portación de vaina,

por consunción de entraña enfebrecida.

--


Vasos


Dispuesto en espiral,

el vaso filamentoso,

filigranado,

conduce la savia-linfa.


El vaso

exuda, rezuma,

trasvasa sus vinos verdes,

la hez de los óleos,

la sangre blanca.


El vaso,

gruta de goce,

teje su urdimbre.


Yo, oidora del reino.

Él, veedor de la vianda.


El vaso lacrimatorio

ya se desborda,

recóndito

en el sepulcro arcaico.


El vaso sagrado

guarda con celo

las especies del Sacramento.


Respiro por boca de otro.

Vendimiario comienza a cada hora.

--


Diagrama arbóreo


Planta vulneraria.

No cura llagas: las crea.


Hojas dentadas

con haz sedoso

y áspero, espinado envés.


Hemos llegado al reino

y todo es sorpresa, niña.

¿Querías juegos arbóreos?

Aquí tu rama, tu tártago.


Lóbulos labiados,

lanceolados,

cántaros de savia astringente.

Y se alza el venablo de San Jorge,

se yergue la tramoya esmeraldina.


Hierba de las siete sangrías.

Su raíz macerada da estupor.

(Purgarás las culpas de los príncipes.

A la tierra regalarás tu entraña).


Flor de la sal.

Corona de esporas.

Éscaras

en la espalda que aún vive.


Cáliz encarnado,

encarnizado.

Pecíolos de agua lustral.


Tallos rastreros sin confín.

Vibrisas,

vicio de subrepción.


Duerme un sueño 

vegetal, inflorescente.

Crueles estambres,

frutos en cápsula.

Poliniza.


Tendría lengua bífida

si fuera reptil,

pero es él,

es una planta, todas.

--


El ojo


Aberración de esfericidad.

Línea paralela al horizonte.

Agua concéntrica,

abrasadora,

girando como un disco de miedo.


Océano falso,

lecho de algas enredadas

que arrastra al cuerpo al abismo,

que lo enjaeza.


Ojo tuyo.


Disco planeante que refulgía

cuando el día nos encontró despiertos.

--


Casa de calderas


Muerde el azúcar

la piel de mis espaldas

en esta, tu casa de calderas,

donde se guarda el instrumental

y mi piel evapora sus salinas.

--


Azulado & pudrición


Arcilla

azul entre la turba.


Capa de los pantanos,

madre del carbón;

hojas, esporas, semillas.


Insectos

como peces de plata

viven en la hojarasca,

en las cortezas.

Penetran, cavan galerías,

aradores

punteando nuestro cuero.


Hongos de azulado y pudrición.


Minucioso trabajo de carcomas.

Implacables atacan la madera,

envejecida, roída

en tantas noches.

--


Puericia


La purificación de los aceites

deja su sedimento en las vasijas.


Deja impurezas,

pieles soñadas 

que son castigo

como si antes hubieran sido

viva montura.


Bálsamo, aceite de María.


Así el trasiego,

así el relato de la puericia,

la pobre carne

asustada de sí.


Las risas acollaradas

al sol del viejo verano.

--


A los anises


Llegué tarde,

a los anises,

a las ánimas.


Ya tu fiesta decaía.

Ya los esclavos se llevaban

los manjares,

las carnes tajales.


Ya alguien había escrito

su nombre oscuro en tu espalda

y, con ojo frío,

te velaba en las noches.


Sé que hiciste todo lo que podías,

pero era irremediablemente tarde.


Alguien

te seguía en los otoños.


Fui tu luz de luz, tu voz segunda,

y en mi cena funeral

cantabas ya el número tres

con claridad,

con ropas de gala.

--


La cala de los humos


Me enviaron al mar

en la barca del rey,

calafateada de enebro.


Un sepulcro con forma de nave

en la cala de los humos.


Volcán que guarda

la entrada al infierno.

Manantial de aguascalientes.


Una barca

con brocado de seda

vuelta cenizas

al amor de la lumbre,

al amor de la pregunta displicente:

"¿Pero qué estás haciendo con tu vida?".


Voy a contarte

qué es lo que estoy haciendo:

doler, doler, doler, doler, doler.

--


La curva de la muerte


Tratamiento de veladuras.

Transparencias,

engrudo de centeno.


Tejidos de ajuar funerario

para la historia que corría,

agua de javel

y risa limpia

bajo lluvia,

bajo puentes de piedra.


A la casa de los fósiles que hablan.

Al museo,

a la curva de la muerte.


Tu tientaguja fuera de tierra.

Tu labio de papel, incinerado.

--


Libro penador


Entono

salmos penitenciales.


Abro el libro penador,

el libro

de las cuarenta páginas,

y hay algo escrito ahí,

un naipe no visible:

las torres inclinadas,

la sentencia.

--


Hueso dulce


Todo en tus flancos,

en mi hueso sin nombre,

como si aún no hubiéramos nacido.


Hueso dulce

que azucara la lengua,

como en fiesta de muertos.

Tu reliquia.


Y se te ve irte,

y no se te vio ni por asomo

entre algodones,

gasas húmedas de 

sangre y té de menta

y jarabe de arce

y liquidámbar.

--


Fuego persa


Dormí el sueño

del justo ajusticiado.

Te vi anoche

en tu cueva de madera,

y estabas tan seguro

de haber hilado limpio

que ahí mismo

me puse a morir.


Mientras tanto

bailaban a tu vera,

veladas,

las reinas infieles,

las concubinas turcas,

las angélicas

madres del fuego persa:

las vendehumos.

--


Partencia


Y hubimos hartura

de todas las cosas,

de todo lo que habíamos habido.


Y habiendo vivido en mancebía,

y habiendo sido amos de estas tierras,

saltamos en nuestras monturas

y partimos,

uno al Norte, el otro a enero.

--


Dormición 


Dormición de la virgen

en su jergón bordado

de jazmín y de viento y de nevisca.


Él, rabadán,

señor de los corderos,

señor de los pastores y zagales.

El pensador.

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Arena muerta


Vendo arena muerta,

vendo vestidos color de hueso,

bocas de aljibe

y vainas de papel.


Por donde vine vuelvo

y mis membranas

me arrebujan

en su limo blanco.

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La barca blanca


Tejido laberíntico,

texto de manos sabias,

claro lienzo de la novia.

Blancor que pega

los ojos y los duerme.

Manos de savia,

manos de reina.


Las cosas

que están bajo los velos,

que están bajo los cielos

son simples cosas,

pero los velos atan,

sujetan las manos

al cuerpo tenso,

no lo dejan remar.


Barca lenta,

barca goteando resina

de los goces,

de los lácteos sueños puros.

Río abajo la barca nevada,

cuna de la novia de los peces.

--


Preterida historia


La santa aún viva

recogía en cáliz de oro

la sangre de su garganta,

los manantiales.


En sus carrozas,

las reliquias de los mártires

cruzaban las nobles villas, 

los valles lentos.


Pero hoy, 

ahora,

rompe la música,

principia la fiesta del cuerpo,

la cena con cirios.


Y si es que alguien lleva un relicario

hay que decir 

que no se le ve.

--


Cristiana


Voy

con andrajo martirial

y corona de trenzas

a otras bodas sombrías.

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Joya de sangre


Los zapatos de la Virgen:

flores doradas,

flores violáceas.


Una moradura de las carnes.

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Morïana, Morïana


Cúbrete, mesa,

de manjares perfectos,

de manjares

infaustos, conjurados.

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Jaleas


Velo de paladar negro.

Él lee, palpa y huele

porcelanas

a la hora del té.


Tías sirven jaleas de oro

al convidado,

magdalenas

en platos de colección.


Huele a frutilla y a

charca de légamo y a

agujas en la lengua

del gigante.


De aquí habrás de salir

ya sin tu yelmo.

En tierra quedarás,

tibia raíz.


Velo de paladar negro.

¿Un poco más de té?

¿Azúcar, crema...?

--


Viso


Vislumbramos

el viso virgíneo.


Con vino de quema

regamos el altar.


Tuvo lugar la visitación,

la velación de los esposos.


(Soplaba el cierzo

en la nuez de tu garganta,

en la garganta de los montes).


Los vientres fueron servidos.

Las aguas reverberaron.

--


Derramadora de la farina, allegadora de la ceniça


Nueza blanca.

Nueza negra.

La nutriz

desnuda su pezón.


Saturación

de anís y azúcares,

de alcoholes

en vaharada.


La pecatriz da mala uva,

es mala pécora,

cigüeña negra que trae descarríos,

pan cocido en el rescoldo,

debajo de la ceniza.

--


Epílogo


El color de la llama,

su crujido de escarcha,

como arena en la fábrica de vidrio.


Nuestra harina de huesos,

lo que fuimos

mientras corría el otoño:

incendaja de los cuerpos.

--


Ottawa, 2005.