I
Veo la trama,
la escenografía.
Soy el libreto.
Siento el aliento,
el azufre.
Susurro. Veo
los zapatos en punta,
los cuernos,
la capa,
la máquina de humo.
En el capullo
veo y entiendo,
sufro y espero.
Lloro porque sé.
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II
No integro el elenco,
ningún elenco.
En silencio, de espaldas,
media cara en la sombra,
medio cuerpo en silencio,
esperando,
expectante.
¿Quién sabrá
que yo salvé tu escena de gloria,
la que te valió la ovación?
Todos saben si falto.
Todos gritan si falto.
No hay soplo, no hay texto
si falto.
No hay carcajada.
Pero ¿quién se acordará de mí mañana?
No integro este elenco
ni ningún otro.
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III
Soy el cuerpo extraño
que ingresó al organismo
contra el celo de sus almenas.
La expulsión no es posible.
El trabajo comienza, sutil, entonces.
No queda otro camino.
El organismo tiende hilos de seda
y envuelve al gusano aún vivo,
al ser foráneo.
Contrasentido: seda.
La seda del gusano
es la del organismo.
Soy el cuerpo en el cuerpo.
Tengo un rol.
Soy el ser ajeno en el capullo,
vivaz, yerto, rogando,
ejerciendo el poder,
viviendo muerte.
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IV
Vivo
del tropiezo del otro,
de su lengua errátil,
su noche hueca.
De la fragilidad de su ojo seco,
de la debilidad de su memoria.
De su frío.
Vivo
del cuerpo desvalido del otro,
de las horas que le pesan
en la espina.
De su hambre cuando siente
ese blanco en el último ensayo.
De nuestra oscuridad.
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V
Quiero que falles
en esa línea,
justo ahí,
para poder decirla
con estos labios,
pero hay que ver
tu fría corrección,
la voz triunfante de tu proferencia.
Hay que intuir
tu risa soterrada e inaudible,
tu guiño de malicia,
tu dedo exacto.
Tu placer.
La misma trampa de lobo
una vez y otra:
tu solvencia desafiante.
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VI
La pupila endiablada,
los labios ensayando
la limosna perfecta:
aquel fragmento.
Con qué gracia,
con qué fruición manejo
ese único instante de poder.
Te veo ir y venir
frente al mundo expectante,
las manos crispadas.
Esta es la hora.
Tu cara pálida.
Tu mudo ruego en lo oscuro.
Primer actor,
¿qué harías sin mi lengua?
--
VII
Soy la duplicación,
el por las dudas,
lo que está ahí
solo por si algo falla.
Soy esto,
tu pájaro en mano,
tu presa entre sombras,
sin perdón.
Respiro tras tu piel
por si algo falla,
pero si no hay error
no soy ni el eco.
Soy la jaula, el telón de boca
y el espejo.
Soy el vacío. Solamente.
--
VIII
Ese tinglado,
esa tramoya
que se cierne, solemne,
sobre mí
y que cree que su hambre lo es todo.
Ay, Dios, mi Dios, qué aburrimiento
la erección de la mampostería,
como si no hubiera nada más
entre los lienzos sacros, en el monte.
--
IX
El escenario refulgía de rojo,
como en tiempos del beso de las reinas,
y por gracia de Nuestra Señora
tu malquerencia no compareció.
Si hubieras visto aquello,
autócrata,
en la escena del crimen, fugaz,
habrías muerto.
--
X
Lobo pies de harina.
Lobo cebado,
la cabra en sus fauces.
--
XI
Se envuelve en su capa,
se enmascara,
lustra el gran cuerno de marfil.
Sonríe,
se rodea de su rabo brillante,
mira las puntas de sus zapatos.
Baila, baila
y la tela de sus ropas tornasoladas
violenta el aire.
Casi nunca se equivoca,
pero, a veces,
el rey baja la vista
y yo lo salvo.
--
XII
Peñón.
Desfiladero.
Como en el sueño
caigo.
Coro griego.
En el sueño
todos ven,
todos ríen.
En el sueño
se está desnudo
y la luz en cono
descubre cada pliegue
de vergüenza.
Pero, sin embargo,
quien escribe espera ojos,
quien susurra muestra
la corola rósea,
el huevo hueco.
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XIII
Abajeño,
figurón.
Que te festeje la claque.
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XIV
Te enterraré con máscara de jade
para que seas bienvenido en el trasmundo,
para que sepan
quién es ese que llega,
desalado,
al cierre del portón.
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XV
Fosa oscura. Helada huesa.
Huesos mudos, expectantes,
exultantes
de hambre de vacío.
Techo cálido de tablas:
una farsa.
Arriba el fuego,
abajo estalagmitas.
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XVI
Los actores pasaban
de mano en mano
los fósforos de azufre.
Tal era el juego:
"Toma. Vivo te lo doy
y si muerto me lo das, prenda pagarás".
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XVII
Lágrimas de vaselina.
Lágrimas de silicona.
Lágrimas de leche de cabra,
de sangre de cordero, sangre fresca,
sangre clara.
Las lágrimas de ojos
que se ríen de otros ojos.
Lágrimas de agua dulce.
Dos lágrimas de mirra.
Lágrimas de humo perfumado.
Gota helada, endurecida, estalactita.
Lágrima diamantina
en el pecho orgulloso.
La lágrima, tu lágrima
en falsete, carcajeada.
Ríe la claque su rutina soporífera.
El público se espanta:
la virgen lacrimosa no llora
como una magdalena.
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XVIII
Su ropa cuelga
lánguida en la jaula,
sahumándose en azufre.
Dicen que el rey se ha ido.
La capa, el sombrero de fieltro,
los zapatos que aún guardan
la forma de sus pies.
Todavía murmuro sus líneas,
aún le ofrezco mis labios
por si le hicieran falta,
y su contrafigura aún se alza,
insolente, procaz,
sobre el tablado.
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Publicado parcialmente en Alhucema, revista internacional de teatro y literatura, en la edición Nº 31, correspondiente al semestre julio-diciembre de 2014.