La Soufrière/ El Azufral: soliloquio del apunte (2014)

 

I


Veo la trama,

la escenografía.

Soy el libreto.

Siento el aliento,

el azufre.

Susurro. Veo

los zapatos en punta,

los cuernos,

la capa,

la máquina de humo.


En el capullo

veo y entiendo,

sufro y espero.

Lloro porque sé.

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II


No integro el elenco,

ningún elenco.


En silencio, de espaldas,

media cara en la sombra,

medio cuerpo en silencio,

esperando,

expectante.


¿Quién sabrá

que yo salvé tu escena de gloria,

la que te valió la ovación?


Todos saben si falto. 

Todos gritan si falto.

No hay soplo, no hay texto

si falto.

No hay carcajada.


Pero ¿quién se acordará de mí mañana?


No integro este elenco 

ni ningún otro.

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III


Soy el cuerpo extraño

que ingresó al organismo

contra el celo de sus almenas.


La expulsión no es posible.

El trabajo comienza, sutil, entonces.

No queda otro camino.


El organismo tiende hilos de seda

y envuelve al gusano aún vivo,

al ser foráneo.


Contrasentido: seda.

La seda del gusano

es la del organismo.

Soy el cuerpo en el cuerpo.

Tengo un rol.


Soy el ser ajeno en el capullo,

vivaz, yerto, rogando,

ejerciendo el poder,

viviendo muerte.

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IV


Vivo

del tropiezo del otro,

de su lengua errátil,

su noche hueca.

De la fragilidad de su ojo seco,

de la debilidad de su memoria.

De su frío.


Vivo

del cuerpo desvalido del otro,

de las horas que le pesan 

en la espina.

De su hambre cuando siente

ese blanco en el último ensayo.

De nuestra oscuridad.

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V


Quiero que falles

en esa línea,

justo ahí,

para poder decirla

con estos labios,

pero hay que ver

tu fría corrección,

la voz triunfante de tu proferencia.


Hay que intuir

tu risa soterrada e inaudible,

tu guiño de malicia,

tu dedo exacto.

Tu placer.


La misma trampa de lobo

una vez y otra:

tu solvencia desafiante.

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VI


La pupila endiablada,

los labios ensayando

la limosna perfecta:

aquel fragmento.


Con qué gracia,

con qué fruición manejo

ese único instante de poder.


Te veo ir y venir

frente al mundo expectante,

las manos crispadas.

Esta es la hora.


Tu cara pálida.

Tu mudo ruego en lo oscuro.

Primer actor,

¿qué harías sin mi lengua?

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VII


Soy la duplicación,

el por las dudas,

lo que está ahí

solo por si algo falla.


Soy esto,

tu pájaro en mano,

tu presa entre sombras,

sin perdón.


Respiro tras tu piel

por si algo falla,

pero si no hay error

no soy ni el eco.


Soy la jaula, el telón de boca

y el espejo.

Soy el vacío. Solamente.

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VIII


Ese tinglado,

esa tramoya

que se cierne, solemne, 

sobre mí

y que cree que su hambre lo es todo.


Ay, Dios, mi Dios, qué aburrimiento

la erección de la mampostería,

como si no hubiera nada más

entre los lienzos sacros, en el monte.

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IX


El escenario refulgía de rojo,

como en tiempos del beso de las reinas,

y por gracia de Nuestra Señora

tu malquerencia no compareció.


Si hubieras visto aquello,

autócrata,

en la escena del crimen, fugaz,

habrías muerto.

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X


Lobo pies de harina.

Lobo cebado,

la cabra en sus fauces.

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XI


Se envuelve en su capa,

se enmascara,

lustra el gran cuerno de marfil.


Sonríe,

se rodea de su rabo brillante,

mira las puntas de sus zapatos.


Baila, baila

y la tela de sus ropas tornasoladas

violenta el aire.


Casi nunca se equivoca,

pero, a veces,

el rey baja la vista

 y yo lo salvo.

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XII


Peñón.

Desfiladero.

Como en el sueño

caigo.

Coro griego.

En el sueño

todos ven,

todos ríen.


En el sueño

se está desnudo

y la luz en cono

descubre cada pliegue

de vergüenza.


Pero, sin embargo,

quien escribe espera ojos,

quien susurra muestra

la corola rósea,

el huevo hueco.


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XIII


Abajeño,

figurón.

Que te festeje la claque.

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XIV


Te enterraré con máscara de jade

para que seas bienvenido en el trasmundo,

para que sepan

quién es ese que llega,

desalado,

al cierre del portón.

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XV


Fosa oscura. Helada huesa.

Huesos mudos, expectantes,

exultantes

de hambre de vacío. 

Techo cálido de tablas:

una farsa.

Arriba el fuego,

abajo estalagmitas.

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XVI


Los actores pasaban 

de mano en mano

los fósforos de azufre.

Tal era el juego:

"Toma. Vivo te lo doy

y si muerto me lo das, prenda pagarás".

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XVII


Lágrimas de vaselina.

Lágrimas de silicona.

Lágrimas de leche de cabra,

de sangre de cordero, sangre fresca,

sangre clara.

Las lágrimas de ojos

que se ríen de otros ojos.


Lágrimas de agua dulce.

Dos lágrimas de mirra.

Lágrimas de humo perfumado.

Gota helada, endurecida, estalactita.

Lágrima diamantina

en el pecho orgulloso.


La lágrima, tu lágrima

en falsete, carcajeada.

Ríe la claque su rutina soporífera.

El público se espanta:

la virgen lacrimosa no llora

como una magdalena.

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XVIII

 

Su ropa cuelga

lánguida en la jaula,

sahumándose en azufre.

Dicen que el rey se ha ido.

La capa, el sombrero de fieltro,

los zapatos que aún guardan

la forma de sus pies.

Todavía murmuro sus líneas,

aún le ofrezco mis labios

por si le hicieran falta,

y su contrafigura aún se alza,

insolente, procaz,

sobre el tablado.

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Publicado parcialmente en Alhucema, revista internacional de teatro y literatura, en la edición Nº 31, correspondiente al semestre julio-diciembre de 2014.